Una vez nos encontramos con este divertido libro de poemas de Enrique Cordero, gamberro y escatológico (el libro: ojo con dónde se ponen las aposiciones), y se nos ocurrió que se prestaba para un tratamiento teatral (Enrique Cordero, Coplas del dragón desdentado, ilustraciones Jack Mircala, Madrid, Hiperión, 2007). Pensando pensando, y siempre intentando evitar todo desdoblamiento inútil y antipedagógico de personajes (actores de segunda fila, obligados a pasar por el escenario en grupo, escondidos detrás de una cartulina), se nos ocurrió que, como posible amplificación para una obra que requerriría, a lo sumo, de 12 actores, además de las posibilidades de:
a) idear nuevas situaciones con personajes del bestiario fantástico;
b) idear una historia marco que diera sentido a la presentación de tan peculiar mundo (un texto preliminar, más un texto final, con la participación de todos los personajes),
podíamos aprovechar la circunstancia para asumir otro reto mayor: crear nuevos textos líricos con nuevos personajes. Como ya estamos hechos unos poetas, hicimos una cata, y al final nos salió este romance de creación colectiva en un santiamén, que creemos no desdice demasiado del sentido del conjunto de los poemas:
Romance casi incorrecto del gigante Carapapa
Sí, yo soy aquel gigante
al que insultan: “¡Carapapa!”,
el de la nariz peluda
goteante y desorbitada.
A los gnomos acojono
con mis grandes risotadas
si paseo por el bosque
con unas grandes zancadas.
¿Qué? ¿Que cómo es que los mato?
Pues yo los mato a patadas.
Si se atreven a chistarme,
me los zampo a dentelladas,
los paladeo y disfruto,
los paso por mi papada,
luego luego, al fin y al cabo,
después de tal empachada,
dejo allá un recuerdo de ellos:
el fruto de mis ca...
(Aquí interrumpen los actores: "¡Shhh...! ¡No lo digas, no lo digas!" El gigante, claro, los persigue)
¡Apenas incorrecto! Y muy sonoro.
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